Psicoterapia en la Escuela Orígenes
El tipo de psicoterapia que en la Escuela Orígenes practicamos está basada en las enseñanzas de Un Curso De Milagros, el cual nos señala que T8.IX.8 la enfermedad no es algo que se origine en el cuerpo, sino en la mente. Por lo tanto, M2.II.2 la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo.
Ya desde el siglo pasado se empezó a corroborar la influencia de nuestros pensamientos en nuestro estado de salud, y conforme se avanza en distintos campos relacionados con el estudio de la mente, se confirma más y más el impacto de nuestros pensamientos en nuestro cuerpo físico. Se ha demostrado que pensamientos negativos de miedo, odio, resentimiento o venganza debilitan el sistema inmune y el cuerpo enferma con más facilidad. Por el contrario, las personas más "animadas" y con mejor "buen humor", son menos propensas a caer enfermas que las anteriores.
En la Escuela Orígenes estamos convencidos de que "la culpa es la gran enfermedad", pues la culpa está detrás de todos los pensamientos negativos de miedo, odio, resentimiento o venganza; y distintos tipos de culpa generan distintos tipos de enfermedad. A este respecto Un Curso De Milagros nos enseña que P2.6.5 la enfermedad adopta muchas formas y lo mismo la falta de perdón. Las formas que adopta una no hacen sino reproducir las formas que adopta la otra, pues son la misma ilusión. Tan fielmente se traduce la una a la otra, que un estudio riguroso de la forma que adopta una enfermedad revela claramente la forma de falta de perdón que representa. No obstante, ver esto no produce una curación.
Es por ello por lo que nuestro principal objetivo no es curar el cuerpo, sino sanar la mente, pues T5.V.5 la mente que está libre de culpa no puede sufrir. Al estar sana, sana a su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado.
¿En qué se basa la Psicoterapia del Curso?
En la Escuela Orígenes tenemos presente que nunca un paciente va a llegar “sabiendo lo que le pasa”, aunque todos creen saberlo, pero es mentira, porque si lo supiesen, no estarían buscando ayuda. De nosotros los terapeutas podemos decir lo mismo. Cuando un paciente nos llega con un conflicto, no sabemos muy bien qué hacer ni cómo resolverlo, pues cada persona es un mundo y no todos los conflictos se resuelven de la misma manera. Es por ello por lo que la psicoterapia debe apoyarse y basarse en la confianza plena del Espíritu, pues T9.V.8 un terapeuta no cura, sino que deja que la curación ocurra espontáneamente. Puede señalar la oscuridad, pero no puede traer luz por su cuenta, pues la luz no es de él. No obstante, al ser para él, tiene que ser también para su paciente. El Espíritu Santo es el único Terapeuta. Él hace que la curación sea evidente en cualquier situación en la que Él es el Guía. Lo único que puedes hacer es dejar que Él desempeñe Su función. Él no necesita ayuda para llevarla a cabo. Te dirá exactamente lo que tienes que hacer para ayudar a todo aquel que Él te envíe en busca de ayuda, y le hablará a través de ti si tú no interfieres.
Nuestra función como terapeutas
Nuestra función como terapeutas es conectar con el paciente. Para ello tenemos en cuenta que P3.III.6 nadie es enviado a otro por casualidad. Las relaciones siempre tienen un propósito. Todo el que viene ha sido enviado. Y no es casualidad el paciente que me contacta, ni el momento de mi vida en el que me reclama. Es el paciente perfecto y el momento perfecto para mí.
M2.1 A cada uno de los maestros de Dios le han sido asignados ciertos alumnos, los cuales comenzarán a buscarle tan pronto como él haya contestado la Llamada. Fueron escogidos para él porque la forma de enseñanza universal que va a impartir es la más apropiada para ellos en vista de su nivel de entendimiento. Sus alumnos le han estado esperando, pues su llegada es segura. Una vez más, esto es sólo cuestión de tiempo. Tan pronto como él elija desempeñar su papel, sus alumnos estarán listos para desempeñar el suyo. El tiempo aguarda su elección, pero no a quién ha de servir. Cuando esté listo para aprender, se le proveerá de las oportunidades para enseñar.
La vida siempre está operando a nuestro favor, aunque a veces pensemos que es despiadada y cruel. Los que nos interesamos por la sanación, estudiamos y aprendemos con el objetivo de ayudar a los demás, ¡pero es mentira! ¡No hay un “los demás”! Los pacientes que nos llegan siempre son los portadores de nuestros conflictos irresueltos, no en vano P2.VI.6 el terapeuta ve en el paciente todo aquello que él no se ha perdonado en sí mismo, y de esta manera se le da otra oportunidad de verlo, reevaluarlo y perdonarlo. Cuando esto ocurre, ve sus pecados desaparecer en un pasado que ya no está aquí. El paciente es la pantalla sobre la que el terapeuta proyecta sus pecados, permitiéndole así deshacerse de ellos.
Nuestra mente está escindida, no se reconoce por lo que es, y continuamente está proyectando sobre el mundo su escisión. Si yo quiero sanarme, si quiero resolver mis conflictos irresueltos, no tengo más que mirar fuera y observar el reflejo de mis propias proyecciones, las cuales me devuelven la imagen de mí mismo que yo no veo precisamente por estar mi mente escindida. A este respecto, Jesús nos enseña que T7.VII.3 tu hermano es el espejo en el que ves reflejada la imagen que ves de ti mismo. Si cambiamos “hermano” por “paciente”, la frase queda así: tu paciente es el espejo en el que ves reflejada la imagen que ves de ti mismo.
Otro pasaje del Curso que señala de forma maravillosa este concepto es el siguiente: T9.VII.1 Tienes hermanos por todas partes. No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. Cada minuto y cada segundo te brinda una oportunidad más para salvarte. Tu paciente es tu hermano, y cada uno te brinda la oportunidad de salvarte, es decir, de “ver” tus conflictos en él para sanarlos. Como dijo Jesús: Tomás 5 Conoce lo que está enfrente de tu rostro y lo que se esconde de ti se te revelará.
P2-II.8 ¿Qué tiene que hacer el terapeuta para conseguir la sanación?
P2-II.9 Que se aquiete y reconozca que la necesidad de su hermano es la suya propia. Y que entonces satisfaga la necesidad de su hermano como suya y vea que éstas se satisfacen como si fueran una sola, porque lo son.
Si queremos tener éxito con las psicoterapias, debemos cambiar el punto de vista que la arrogancia nos aporta. Nosotros, como terapeutas, no curamos al paciente. Es gracias al paciente que nosotros vamos a ser curados. Esto es lo que quiso decir Jesús con: T9.II.6 En tu hermano reside tu salvación.
P2-VI.7 El terapeuta no tiene otra manera de ver a sus pacientes salvo como los portadores del perdón.
P3.III.8 Médico, sanador, terapeuta, cúrate a ti mismo. Muchos vendrán a ti portando el don de la curación, si ésta es tu elección. El Espíritu Santo jamás rehusará la invitación para entrar y morar contigo. Te dará infinitas oportunidades de abrir la puerta a tu salvación, pues tal es Su función. También te dirá exactamente cuál es la tuya en toda circunstancia y en todo momento. Quien quiera que Él te envíe llegará a ti, tendiéndole la mano a su Amigo.
P3.III.8 Estabas perdido en la oscuridad del mundo hasta que pediste la ayuda de la Luz. Y entonces Dios envió a Su Hijo como tu (paciente) para que te la diera.
Debemos estar agradecidos a nuestros pacientes, porque han sido enviados como respuesta a nuestra necesidad de ser curados… ¡y encima nos pagan!
T8.III.4 Cuando te encuentras con un (paciente), recuerda que se trata de un encuentro santo. Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en tus (pacientes) o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo. Cada vez que dos Hijos de Dios se encuentran (terapeuta y paciente), se les proporciona una nueva oportunidad para salvarse. No dejes de darle la salvación a nadie para que así la puedas recibir tú. Yo estoy siempre contigo, en memoria tuya.
Nuestra función como terapeutas es conectar con el paciente